Prisión Domiciliaria
Seguimos en esta cuarentena donde todo es incierto y se empiezan ya a extrañar algunas cosas de nuestras vidas que hasta hace poco nos parecían tan seguras e inalterables.
Los días pasan y pasan y nos retan a ser creativos y pacientes y nos empujan poco a poco hacia una introspección de naturaleza existencial, psicológica y quizá hasta filosófica. Ese “quedarnos a solas con nosotros mismos” es definitivamente algo a lo que la gente no está nada acostumbrada pues vivimos tiempos en donde las personalidades se construyen de la piel hacia afuera anteponiendo las apariencias materiales al crecimiento espiritual.
Podemos ver también la gran desigualdad de realidades que, a pesar de tanto apogeo tecnológico, cibernético y pipistrélico, sigue mordiendo con ferocidad nuestra sociedad. Mientras unos son felices en casa con películas, series, videojuegos y demás, otros conviven con la desesperación de no poder salir a ganarse el pan de cada día.
Notamos también con asombro cómo la naturaleza retoza alegre y se recompone rápidamente como si ofendida recuperara velozmente el mando de lo que siempre le perteneció. Se respiran aires más limpios y se oyen a distancia los cantos de pájaros que surcan un cielo más azul que lo usual.
Es, sin lugar a dudas, un “turning point” para la raza humana. Las cosas no serán las mismas. O quizá sí, para algunos, para los que no sepan sacarle provecho a este tiempo a solas y no cumplan con la tarea de volverse más humanos. Los que tomen el otro camino, es decir, los que sepan sacarle lo mejor a esta crisis, volverán con una mentalidad que elevará nuestra conciencia colectiva un peldaño más arriba como decía una profecía que leí hace tiempo por ahí…